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“Es el impacto que pueden tener los tratamientos médico estéticos que nos realizamos a lo largo de la vida. Una huella que puede ser positiva, porque con el tiempo mejora las características generales del paciente, o negativa, porque terminan modificando de forma poco natural los rasgos faciales”, explica de manera conceptual la doctora Alejandra Vago, especialista en estética facial e integrante del equipo de formación de EIMEC.
En la historia de la medicina estética, se trata de un término acuñado en los últimos tiempos y hace referencia -como su nombre lo indica- al impacto que los tratamientos pueden llegar a tener en una persona a lo largo de su vida. En otras palabras, los procedimientos que uno se hace de joven, por ejemplo, pueden influir en el rostro 20 o 30 años más tarde. Como señala la doctora Vago, hay distintos tipos de huella, y una de ellas es la positiva, que se refiere al tratamiento que con el tiempo mejora las características generales del paciente, “favoreciendo a que se vea bien, logrando resultados naturales a largo plazo” y, principalmente, respetando la anatomía y las necesidades de cada persona.
Por otro lado, existen las consecuencias no deseadas: la huella negativa. “Que serían todos esos resultados que modifican en forma poco natural los rasgos faciales, dando un aspecto de pillow face -ejemplifica Vago- Actualmente, podemos observar ese impacto negativo en los materiales de relleno que se usaban antes, sobre todo en la década de los ‘90. Materiales que no eran biodegradables, pero que [de acuerdo con la disponibilidad y el avance tecnológico de la época], era de lo mejor que había en ese entonces”.
Resultados no deseados
Se puede hablar de huella estética negativa, entonces, cuando se aprecia un resultado no deseado después de un tratamiento, ya sea porque la técnica de aplicación no ha sido la correcta, porque no se ha respetado el plazo entre sesiones y el producto infiltrado no se ha degradado por completo; o bien porque se han excedido las dosis recomendadas de aplicación, entre algunas de las causas que más aparecen en el consultorio.
Los expertos también coinciden en que, aún en la actualidad, es frecuente ver las secuelas de, por ejemplo, los materiales de relleno permanente utilizados en el pasado, como la silicona inyectada en muchos pacientes. Sin embargo, también advierten que cualquier tratamiento estético es susceptible de dejar una huella estética negativa si no se toman las precauciones debidas. Ahora mismo, incluso, son varios los profesionales que manifiestan un aumento de huella negativa debido al mal uso de sustancias de relleno reabsorbibles, y explican que -entre otros motivos- se debe a una mala técnica a la hora de infiltrarlas.
La ecografía estética como herramienta clave
También, insisten, por la tendencia inapropiada a inyectar cantidades excesivas de estos productos en aras de conseguir un canon facial determinado: labios muy voluminosos, pómulos muy proyectados o un perfil mandibular demasiado afilado. Excesos que, en consecuencia, son responsables de resultados artificiales, malformaciones por la acumulación de producto, distensión cutánea y flacidez por exceso de relleno.
Para diagnosticar la huella negativa, una de las herramientas utilizadas por médicos y cirujanos es la ecografía estética, con el fin de detectar si aún quedan restos de producto y hacer una lectura apropiada del impacto en los tejidos.