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Neuromoduladores: relajan los pequeños músculos que intervienen en la mímica facial, y una pequeña dosis basta para hacer desaparecer esas arrugas de expresión que son innecesarias, que no tienen ninguna función y, sobre todo, envejecen. También, entre otras de sus aplicaciones más comunes, los neuromoduladores son un gran aliado en el tratamiento de la hiperhidrosis. Su uso en el campo de la medicina estética lleva varias décadas de experiencia con resultados positivos, y si bien en sus inicios infundían un poco de miedo y un respeto casi desmedido por la carga de su nombre -ya que se tratan de neurotoxinsa producida por la bacteria conocida como clostridium botulinum-, los avances en el manejo y la rigurosidad en los protocolos de aplicación garantizaron su éxito, con un porcentaje mínimo de efectos secundarios o complicaciones.
“Es verdad que hoy en día la toxina se puede utilizar donde quiera que haya arrugas, sobre todo si son causadas por un músculo. Solamente hay que saber en qué planos y en qué dosis aplicarla para no provocar una paralización de un músculo que sea funcional -dice la doctora Melvis Anaya, médica y cirujana por la Universidad de La Habana, Cuba, y directora docente de EIMEC-. Por tanto, dependiendo de la zona que vayamos a tratar, lo que hacemos es disminuir la cantidad y el plano adecuado para no crear un efecto secundario adverso. Por eso es un fármaco conocido como neuromodulador, porque provoca una denervación o paralización de esos pequeños músculos, lo que resulta en una relajación temporal de los músculos afectados”.
La doctora Anaya en una de sus formaciones de aplicación de neuromoduladores.
Anaya señala que, además, la toxina botulínica es utilizada desde hace mucho tiempo en otras especialidades. El blefaroespasmo, o contracción intermitente de la musculatura orbicular de los ojos, fue la primera distonía focal tratada con la infiltración local de toxina botulínica. Aunque es en el campo de la neurología donde aporta uno de sus mayores beneficios terapéuticos, para tratar afecciones como la distonía o la parálisis espástica. “Precisamente de allí viene su historia en la medicina, y posteriormente se la incorporó en la estética”, aporta la experta.
Esas caras con gesto de sorpresa que caracterizaron una época de los años 90, con rostros inexpresivos y poco naturales ya casi no se ven, pero Anaya confiesa que todavía hay pacientes que llegan a la consulta con algunos resquemores.
“La dosis que usamos en medicina estética es muy baja, nada que ver con las dosificaciones que utiliza un neurofisiólogo en una espasticidad muscular. Por tanto, los efectos no son comparables y tampoco provoca ningún tipo de complicaciones. Además, es un producto reabsorbible y con muy buenos resultados -refuerza Anaya-. Al principio, la gente le tenía miedo porque paralizaba mucho, quedaban rostros inexpresivos y era un efecto que no gustaba. Hoy, el tratamiento de toxina botulínica se adapta a las necesidades que tiene el paciente, buscando siempre la armonía facial y teniendo en cuenta que se puede combinar con cualquier otro procedimiento de medicina estética para recuperar la piel, embellecerla y retardar el proceso de envejecimiento”.
No hay una edad de inicio, asegura Anaya, ya que el tratamiento puede ser tanto correctivo de las arrugas de expresión, como de forma preventiva, lo que implica que en el mundo de la medicina estética puede comenzar a utilizarse a partir de los 18 años. “El uso más común, y el más demandado, es para relajar los músculos que intervienen fundamentalmente en el tercio superior, que incluye la frente, la glabela o entrecejo, y el músculo orbicular de los ojos, que son las arrugas de patas de gallo”, detalla la especialista.
A pesar de ser un tratamiento que lleva años en el portfolio de los centros de medicina estética, persisten ideas erróneas sobre su aplicación. La gente confunde toxina botulínica con otro tipo de tratamientos, como los rellenos con ácido hialurónico. ¿Por qué? “Es fácil que los pacientes crean que es un tratamiento universal y que se puede usar para todo. Confunden el producto en sí con las técnicas de aplicaciones, y por tanto es muy común, y erróneo, que pidan toxina botulínica para dar un aumento de volumen o para hacer otro tipo de corrección. Es importante recordar que los productos que van a voluminizar, generalmente, son los ácidos hialurónicos, mientras que el tratamiento con toxina es para relajar el músculo que hace que aparezcan las arrugas de expresión. Siempre actúa a nivel muscular”.
El doctor Lembert en una formación personalizada a medida.
¿Por qué el efecto dura menos?, preguntan algunos pacientes que regresan a la consulta en busca de una nueva aplicación de toxina botulínica. La duración de sus efectos es uno de los más recientes debates científicos en puerta. “Pues sí, hay mucha controversia hoy en día con la durabilidad, sobre todo de satisfacción en los pacientes, porque hay personas que se han hecho adictas a este tratamiento. Realmente nos gustaría que su efecto fuera más prolongado”, expresa Anaya, y agrega: “El paciente no quiere una paralización, no quiere un efecto espejo sino que quede natural, armónico. Por tanto, eso se logra poniendo menos concentración de toxina en el músculo. Aunque sí también depende del metabolismo de cada uno, personas que son muy expresivas, que hacen mucho ejercicio, pues se metaboliza mucho más rápido y suele durar más. Hay otras explicaciones en cuanto a los laboratorios, detalladas en su forma de preparación y demás, pero en realidad con casi todos los tipos de toxinas que usamos actualmente, la durabilidad es mucho menos de lo que desearíamos”.
Los anticuerpos que el organismo puede desarrollar por el uso frecuente de la toxina son otro de los tópicos que entran en el debate, y Anaya coincide en que, por supuesto, hay distintas causas que pueden provocar que la toxina dure menos. “Es un fármaco, una toxina, y como tal el organismo va a crear anticuerpos para rechazarlo. Por eso, una de las cosas que hacemos en las consultas de medicina estética para evitar que esto pase es no aplicarlo antes de los tres meses, ya que durante este lapso están activos los anticuerpos que generan resistencia y trabajan para eliminar el fármaco”.
Los efectos secundarios del tratamiento y los riesgos asociados son muy bajos. “La verdad es que no tiene complicaciones graves. Efectos como cualquier tratamiento que se hace con aguja, pues implica un pinchazo y, por tanto, dolor. Siempre que hacemos un daño en la piel puede provocar un eritema, y al trabajar también en una zona vascularizada puede provocar un hematoma. Pero son de muy corto plazo. Cuando provoca algún otro efecto, como puede ser alguna asimetría, es importante remarcar que no es por la toxina, es por la técnica de aplicación”, dice Anaya, e insiste: “No es por el tratamiento en sí sino por la técnica o la cantidad de producto que se aplica, que puede no ser la correcta. Esto puede provocar un resultado no deseado para el paciente, como paralización en vez de relajación, asimetrías o caída de las cejas”, concluye.