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No juegan de visitantes en el terreno de la medicina estética, y además de ocuparse de ese conjunto de estructuras, órganos y tejidos que se relacionan entre sí y que permiten las funciones fisiológicas de masticar, deglutir, hablar, sonreír y otras expresiones faciales, los odontólogos están detrás de una disciplina cada vez más importante: la armonización orofacial, una especialidad donde lo funcional y lo estético están bajo una misma lupa, y que busca mejorar la apariencia de toda la cara a través de técnicas y productos como la toxina botulínica, el uso de hilos de polidioxanona, el ácido hialurónico, el plasma rico en plaquetas y otros bioestimuladores.
“Los odontólogos tratamos un sistema, que es el sistema estomatognático. Dentro del área que nos compete comienza a surgir la necesidad de complementar nuestros tratamientos dentro de las diferentes especialidades de la odontología, y con el paso de los años se fueron sumando nuevos procedimientos a esta nueva rama que estaba naciendo y que hoy llamamos Armonización Orofacial (AOF) -explica la odontóloga Garbiela Scarimbolo, docente de FOUBA y del equipo de formación de EIMEC-. El objetivo es armonizar el rostro del paciente con fines cosméticos y terapéuticos, porque la armonización orofacial desde la odontología siempre busca el equilibrio de las proporciones del rostro del paciente basándose, principalmente, en la función”.
“No me gusta mi sonrisa”
El rostro, insiste Scarimbolo, está en directa relación con el sistema estomatognático. Por eso, cuando una persona sonríe intervienen una serie de músculos que son los responsables de habilitar dicho acto. “Estos músculos se insertan en diferentes áreas del cráneo como también en la superficie de la piel, y cuando el paciente eleva excesivamente el labio superior al sonreír estamos frente a un paciente con sonrisa gingival, donde se puede observar más de 3 mm de encía del maxilar superior”.
Intervención en paciente modelo de EIMEC.
Esta sonrisa gingival no solo crea un desequilibrio en la apariencia del rostro. También, y es algo que la mayoría de las personas refieren cuando llegan al consultorio, hacen mella en la autoestima y la confianza. “No me gusta mi sonrisa”, suele escucharse casi como un loop en el sillón del consultorio. “Es una afección que debe ser correctamente diagnosticada para poder lograr resultados satisfactorios si es que se desea utilizar procedimientos de AOF, como podría ser el uso de toxina botulínica, para relajar esos músculos que actúan en la sonrisa”, señala la experta, y agrega: “Si en el diagnóstico descubrimos que esta sonrisa gingival tiene que ver con un labio excesivamente corto, ya no obtendremos los mismos resultados utilizando toxina botulínica. En ese caso, se debería recurrir a otros procedimientos”.
Sin embargo, la toxina botulínica también es muy utilizada para relajar los músculos masticadores cuando el paciente sufre bruxismo. En este caso, sugiere Scarimbolo, es imprescindible el diagnóstico de la función masticatoria previamente a la aplicación de la toxina. “Por eso, siempre decimos que el diagnóstico en AOF comienza desde adentro hacia afuera”, resalta la odontóloga.
Potenciar la tonicidad y acompañar procesos
Con el paso irrevocable del tiempo, dice Scarimbolo, comenzamos a envejecer. “Los primeros cambios en la piel los percibimos a partir de los 30 años, aproximadamente -señala-. Dentro de esas múltiples alteraciones que comienzan a suceder también se ve afectada la zona perioral, o alrededor de la boca”. ¿Qué sucede? Los labios pierden tonicidad y el labio superior se aplana. También se disipan convexidades en las formas y contornos, y aparecen esas líneas verticales más conocidas en el diccionario urbano como código de barras. “Bajan desde las comisuras y forman un pliegue que muchos desean corregir (líneas de la marioneta), y también descienden las mismas comisuras -puntualiza la odontóloga-. Este proceso va a acompañar a los demás cambios que suceden con el paso de los años, ya que en la edad adulta, al hablar y sonreír, se muestran más los dientes inferiores que los superiores”.
Esto sucede, explica la especialista, porque el labio superior “cae” y cubre más a las piezas dentarias del maxilar superior. “Todo esto que pasa en los tejidos blandos también va acompañado con cambios dentro de la boca. La posible ausencia de piezas dentarias o desarmonías en la oclusión puede provocar deficiencias en lo que llamamos ‘dimensión vertical’, que podría describirse de forma sencilla como la altura del tercio inferior del rostro, que está determinada por múltiples factores que deben ser diagnosticados previo a cualquier tratamiento estético en el rostro”, afirma Scarimbolo. De lo contrario, argumenta, dicha disminución de la dimensión vertical puede traer serias alteraciones a la función masticatoria y a la articulación de la mandíbula (ATM).
Chequeo previo al paciente para diagnosticar situación y proceder al tratamiento adecuado.
En defensa del trabajo interdisciplinario
Una de las misiones de la AOF, refuerza Scarimbolo, es la de preservar el equilibrio estético del paciente partiendo de un buen diagnóstico. “Este diagnóstico incluye el estado de salud del paciente tanto desde su cavidad oral como también sistémica. Y en esta línea le damos la misma importancia a la emocionalidad como también a las expectativas de cada uno con respecto a los posibles cambios de apariencia en su imagen”, señala la especialista, y sentencia: “Soy una defensora del trabajo interdisciplinario. Me formé en la interdisciplina, y creo que cada uno solo, individualmente, no puede llegar muy lejos. Siempre se crece de la mano de otros, en equipo. Tengo la suerte de aprender de muchos médicos y colegas, de intercambiar conceptos, ajustar criterios que, en definitiva, redundan en beneficio de los pacientes y de nosotros como profesionales. Así como defiendo a la AOF dentro de la odontología, soy una admiradora y defensora también del trabajo y el desarrollo de la medicina estética. Vamos avanzando juntos desde todas las especialidades, tratando a los pacientes que, como todos, llegan con sus inquietudes, sueños, temores y la necesidad de verse y sentirse bien”, concluye.